miércoles, 29 de enero de 2014

Harvard y la Paridad Femenina

El pasado lunes, el Decano de la Universidad de Harvard pidió disculpas a la comunidad por el trato que la prestigiosa escuela de negocios ha estado dando a las mujeres. Así mismo, prometió cambios en la política de la institución en relación a este trato. ¿Qué comportamiento tan grave ha tenido Harvard para con las mujeres? Pues, sencillamente, que el número de casos de estudio (ejemplos reales analizados en sus facultades) protagonizados por mujeres es muy inferior al número de casos protagonizados por hombres. En concreto, solo el 9% de los casos estudiados correspondían a mujeres empresarias. A continuación prometió que Harvard eleverá el número de casos protagonizados por mujeres hasta el 20%. ¡Bum!

Es decir, la Harvard Business School adopta una política de cuotas femeninas. También es importante señalar que, tras anunciar el citado incremento hasta el 20%, las mujeres presentes en dicho acto, todas ellas ex-alumnas de Harvard, lanzaron un suspiro de queja, pues lo consideraban totalmente insuficiente.

Traigo a colación esta noticia porque vuelve a poner de actualidad la política de cuotas (y, en general, la discriminación positiva), cuya mayor representante en España fue aquella polérmica Ley de Igualdad (Ley 3/2007, Para la Efectiva Igualdad de Mujeres y Hombres) publicada por el gobierno de Rodríguez Zapatero y que tanto rechazo levantó entre determinados sectores de nuestra sociedad.

Si recordáis, lo que estos sectores recriminaban a aquella Ley era, simplificando mucho, que establecía que el 50% de los puestos de los órganos de decisión relevantes de la Administración Pública, incluido el gobierno, debían ser obligatoriamente ocupados por mujeres, lo que suponía relegar a un segundo plano otros criterios más importantes, como la experiencia en el tema, la capacidad profesional o la valía para el cargo. En principio, un reproche impecable.

Pero mi  apoyo a la política de cuotas (y a la discriminación positiva en general), y mis argumentos en su favor no han variado desde entonces y siguen siendo los mismos. Si una comunidad donde el x% pertenecen a un grupo y el y% pertenecen a otro (sea este grupo género, raza, religión o cualquier otra categoría) no tiene en sus órganos de poder un porcentaje similar de representación de estos grupos, ello se debe a que, como no puede ser de otra manera, existen barreras que impiden trasladar la presencia en la sociedad a la participación en el poder, dándose, por tanto, una falta de igualdad de oportunidades y un claro caso de dominio de un grupo sobre otro. Y este dominio, en mi opinión, ha de ser combatido.

Por supuesto, dicha barreras pueden ser de muchos tipos (legales, económicas, sociales, tradicionales, psicológicas, etc.) y, por lo tanto, las herramientas a utilizar contra la discriminación han de ser igual de variadas. Pero todas la herramientas han de utilizarse a su máxima potencia y, en mi opinión, la discriminación positiva es una de las más potentes, sobre todo por los efectos psicológicos que tiene "hacer visible" esa igualdad ante el resto de la sociedad y ayudar al resto de medidas a mejorar su efectividad. He de decir, también, que apoyo la aplicación de dichas políticas siempre de forma temporal, debiendo ser retiradas en la medida en que la discriminación que persiguen vaya desapareciendo.

El que una institución tan prestigiosa como la Harvard Business School se adhiera a la discriminación positiva con su petición de disculpas y promesas de ampliación de "cuotas",  nos parece un espaldarazo muy importante a la implantación de dichas políticas, por lo que no podemos más que congratularnos y, de paso, participar en la divulgación de tan importante noticia.









sábado, 25 de enero de 2014

Si hablas de dinero eres corrupto

El dinero es veneno. Peor que el veneno: pues no es preciso tenerlo ni ganarlo para que nos corrompa. Su sola idea en nuestra mente nos hace más dispuestos a mentir, engañar y a saltarnos las reglas éticas y morales sobre las que se asientan los grupos sociales.


Éstas son, al menos, las conclusiones a las que ha llegado un estudio realizado por la Universidad de Harvard y la Universidad de Utah sobre comportamiento humano, y que nos dio a conocer el New York Times en junio pasado. En él, se dividía a los estudiantes en dos grupos: a un grupo se le enseñaban imágenes o se le hacían preguntas relacionadas con el dinero (compras, lujo, grandes salarios, inversiones, etc...) mientras que al otro grupo no se le nombraba para nada el pecunio. A continuación, se ponía a dichos estudiantes en la tesitura de elegir entre comportamiento éticos y no éticos ante determinadas situaciones, muchas de las cuales no tenían por qué resultar con una ganancia dineraria. El resultado ha sorprendido a todos: los estudiantes que habían sido expuestos al concepto del dinero eran, de lejos y constantemente, mucho más proclives a mentir, engañar e incluso robar.

Al parecer, la idea del dinero en nuestra mente modifica nuestro sistema de toma de decisiones hasta el punto de convertirlo en un simple análisis de coste-beneficio, "si me arriesgo a tanto obtengo otro tanto", despreciando cualquier otra consideración ética, moral o de relación con los demás. Vamos, que nos transforma en zombis-egoistas-capaces-de-cualquier-cosa. ¿Es o no es peor que el veneno?

Si lo pensáis bien, los efectos de este descubrimiento son brutales: si hablamos a nuestros hijos de esforzarse para conseguir mejores salarios o realizar correctas inversiones, estaríamos modificando sus base éticas y morales en la forma arriba descrita. Siguiendo con ello, ¿hemos de incluir la economía en el sistema educativo básico? ¿Y cómo lo haríamos? O, ¿son de fiar los estudiantes y licenciados en Económicas o Administración de Empresas? ¿Y qué hay de los empleados de banca?

Lo dicho: cuando alguien a tu alrededor diga algo como, por ejemplo, "¡a ver si mañana me toca la lotería!", levántate y sepárate de él cuanto puedas: estás junto a un zombi-capaz-de-cualquier-cosa.