domingo, 16 de junio de 2013

USA se suicida en Internet

En 2006, el entonces director de la CIA Michael Hayden exponía al Senado la ventaja que suponía, para los servicios de inteligencia, el hecho de que la mayoría de los datos que fluyen por Internet lo hagan a través de servidores establecidos en suelo norteamericano: "jugamos con una enorme ventaja de campo, y tenemos que explotarla".

La semana pasada, el joven de 29 años Edward Snowden, filtró información que prueba que la NSA, la Agencia, o una de ellas, de Seguridad Nacional, ha estado espiando a los usuarios de internet de todo el mundo. Correos electrónicos, perfiles en las redes, posts, vídeos, fotografías y todo dato declarado sospecho ha sido facilitado por las grandes compañías del sector, especialmente Google, Facebook y Apple. Todo ello por razones de seguridad, of course.

El escándalo ha sido mayúsculo, sobre todo en lo que se refiere al ataque a la privacidad que dicho espionaje supone. Pero las consecuencias de esta revelación, según un análisis del Financial Times publicado el viernes pasado, son imprevisibles, y apuntan en direcciones que no son nada esperanzadoras.

Dice el FT que eso de la privacidad, que sí, que es un derecho y tal, pero que, de alguna manera, todos teníamos asumido que los datos que colgamos en Internet están al alcance de cualquiera, digan lo que digan las políticas de privacidad. Ya sea por ataque de hackers, por errores en la encriptación, por las grandes corporaciones o, como ha quedado demostrado, por la vigilancia de los gobiernos. Y eso, si es que no se estaba abiertamente de acuerdo en sacrificar parte de la privacidad para conseguir una mayor seguridad.

Pero el FT nos advierte de otros efectos, cuyas consecuencias ya veremos hasta dónde llegan. El primero de ellos es la "balkanización" de Internet. Un proceso que ya estaba en marcha, pero que solo era notorio en países represivos y recelosos de la información al alcance de sus ciudadanos. El espionaje de la NSA es la excusa perfecta para justificar las restricciones en China, Corea del Norte, Irán, etc. Vienen a decir que tienen derecho a limitar la información que fluye por su país, pues de lo contrario podría caer en manos de potencias extranjeras. Hace cuatro días, Obama presionaba a Xi Jinping sobre la actitud de China en el ciberespacio. Xi estará ahora con un ataque de risa descomunal.

Lo normal, dice el FT, es que esta práctica se extienda ahora a otros países no tan represivos pero que tengan la voluntad de proteger a sus ciudadanos. En unos años, Internet estará fragmentada de tal manera que el actual flujo de información, libre y global, será recordado con nostalgia; cada país o área de países tendrá sus propias políticas y las utilizará para controlar la información que entra y que sale de su área de influencia.

Y el segundo efecto, quizá menos importante pero muy significativo, será el final de las grandes corporaciones que, hasta hoy, han dominado la Red. La premisa básica es que dichas corporaciones (Google, Facebook, Apple, etc.) ya no son de fiar, que eso del negocio global de las redes sociales va a empezar a morir, pues si dichas corporaciones están dispuestas a traficar con los datos de sus clientes, se da inmediatamente la oportunidad de negocio de sustituirlas por otras de ámbito más pequeño y que estén sujetas a políticas de privacidad más exigentes. Este sería el caso de Europa, que ya está trabajando con una nueva directriz de privacidad que dejaría fuera las prácticas en que han sido pillados los gigantes del ramo. Vamos, que en nada aparecerán otras redes u otros operadores, más pequeños pero que garantizarán dicha privacidad de acuerdo con estándares más elevados.

Más allá de las elucubraciones de hacía donde evolucionará o cómo será la Red dentro de unos años, nosotros nos quedamos fascinados con lo de siempre; la rapidez y brusquedad con que se dan los cambios en el mundo de hoy y lo poco duradero que es todo lo que nos rodea, lo que demasiado a menudo damos por normal y garantizado. Google, Facebook; ha sido un placer.

Artículo en FT




jueves, 6 de junio de 2013

La Ilusión de la Soberanía Nacional

El nacionalismo ha vuelto. El mundo multinacional e interrelacionado post 1945 se derrumba. Las naciones se repliegan sobre si mismas, apelando cada vez más a su soberanía para actuar en beneficio de sus propios intereses. Pretenden volver al modelo creado tras la Paz de Westfalia en 1648, basado en el principio de no interferencia. Es un error. Un terrible error.

O al menos así nos lo dice Philip Stephens, editor asociado de Financial Times desde 1983, en su columna de opinión publicada hoy.

Según él, tras la caída del comunismo, el mundo pareció vivir una aceleración de las integraciones multinacionales. Una vez constatado el ritmo que la globalización estaba alcanzando, se dio la creencia general de que la mejor manera de afrontar los peligros que aquella traía (flujos de capitales, blanqueo de dinero, tráfico de drogas, terrorismo, calentamiento global, falta de desarrollo, etc.) se daba desde el marco de los potentes organismos multilaterales, dotados de una mayor capacidad para luchar contra dichos peligros. En aquello momentos, nos recuerda, la Unión Europa era citada como el modelo a seguir.

Pero el talante ha cambiado. Las potencias emergentes (China, Rusia, India, Brasil, etc.) no están muy dispuestas a participar en unos organismos basados en reglas establecidas por las antiguas potencias. Solo así podemos entender fenómenos como la resistente negativa de China a ampliar los derechos humanos o la brutal represión de El Asad en Siria. Pretenden volver al status del siglo XIX, donde el poder estaba establecido por los tamaños de la economía y del ejército de un país, así como en las relaciones con sus aliados.

Por otro lado, la crisis económica, como era tan infantilmente previsible, provoca que los pueblos echen la culpa de sus males a los outsiders. ¿Habéis oído alguna vez culpar de la situación de España a los chinos o a la Merkel? Pues eso; siempre los de fuera, nunca nosotros.

Además, los USA cada vez están más hartos de su papel de policía mundial, retirándose dentro de sus privilegiadas fronteras naturales y buscando el status de potencia autosuficiente en base a sus enormes recursos. Solo Europa, contra viento y marea, sigue luchando por amplia la integración: la consolidación fiscal y la mayor integración bancaria son temas actuales de la UE, pero sus pueblos son cada vez más reticentes y contrarios a estos avances, especialmente en los países periféricos, donde, generalizadamente, se culpa a la cúpula europea de los males de sus economías.

El problema es que el talante puede haber cambiado, pero la interdependencia e interrelación entre los países no. Al contrario, cada vez es mucho mayor. El hecho sorprendente es que, hoy mismo, nos encontramos en una situación donde la soberanía nacional es, a la vez, altamente deseada y altamente inútil para resolver los problemas que nos afectan.

Es muy urgente reemplazar al antiguo orden post-1945 por otro más provechoso para todas las partes, especialmente para las potenciales emergentes. ¿Actuarán los líderes mundiales en esta dirección o se dejarán llevar por las instintivas peticiones de sus pueblos?

La Historia no es muy optimista. La primitiva globalización del siglo XIX se desarroló rodeada de sociedades altamente nacionalistas, que basaban su poder en sus economías y en sus ejércitos. ¿Qué como acabó aquello? El año que viene celebramos su primer centenario.

Artículo original en FT

martes, 4 de junio de 2013

¿Otra Amenaza para el Periodismo?

A nadie se le escapa que la industria periodística está sufriendo una gigantesca transformación. Posiblemente, junto con la música y los libros, el periodismo sea uno de los campos más afectados por la irrupción de las nuevas tecnologías en nuestras vidas. El nacimiento de la CNN, primer canal temático exclusivo de noticias, dio el pistoletazo de salida de esta carrera, carrera que se ha acelerado enormemente con internet y la proliferación de webs y sitios dedicados a la información.

Cuando todavía no tenemos ni la más mínima idea de donde va a ir a parar todo esto (con excepción de la prensa escrita en papel, que es un cadáver andante) ahora The Economist nos alerta de una nueva amenaza: lo que llama el Citizen Journalism, el periodismo de los ciudadanos.

Cuando el pasado 22 de mayo fue asesinado el soldado británico Lee Rigby, la televisión británica ITV News emitió el video más impactante sobre la noticia: un video grabado por un viandante con una blackberry cuando se dirigía a una entrevista de trabajo.

Este hecho, el incorporar videos, fotos o testimonios de particulares a las noticias de las grandes cadenas, no es nuevo, pero es solo una parte de una marea de supuestas noticias, captadas y emitidas por ciudadanos de a pie, que cada día inundan la Red. Un dato: diariamente, más de 7.000 horas de video relacionados con noticias se suben a YouTube. Añádele a esto Twitter, Facebook o cualquier otra red social. Estamos hablando de una gigantesca cantidad de información. Son, además, vídeos que se sienten más íntimos y más auténticos que las píldoras enlatadas y convenientemente editadas que nos ofrecen las cadenas profesionales.

Lógicamente, los propios periodistas empiezan a preocuparse, pues se sienten amenazados como buscadores y presentadores de las grandes noticias. Muy atentas a todo lo que está pasando (para eso se dedican a las noticias) las cadenas y periódicos ya ofrecen sitios web a los que el usuario puede dirigirse para enviar los contenidos que considere noticiosos. Allí son analizados y verificados por especialistas que evalúan la idoneidad de su emisión. Son conocidos CNN iReport (con 1,3 millones de usuarios registradas), Aftonblade de Suecia y The Guardian, con su Guardian Witness.

Pero hay un problema: resulta que nosotros, los ciudadanos con smartphones, somos más proclives a colgar nuestros contenidos en las redes sociales, para que los vean nuestros amigos y seguidores, antes que entregárselos a los propios periódistas, lo que ha hecho que éstas corporaciones dispongan de equipos cada vez mayores para rastrear las redes. Por ejempo, la BBC dispone ya de un equipo de más de 20 personas dedicadas a dicho rastreo, todas ellos a tiempo completo. Y así todos los medios que se precien.

Esta tarea (el rastreo de noticias ciudadanas), que parece fácil en apariencia, supone que, primero,  se ha de verificar el contenido, y segundo, se ha de pedir permiso para su uso. Fue noticioso que, durante la cobertura del atentado contra la Maratón de Boston, prestigiosas cadenas llegaron a publicar titulares sacados de las redes sociales que eventualmente resultaron ser falsos.

Tal es así de complejo, que está explosionando una industria del todo novedosa: la creación de empresas dedicadas íntegramente al rastreo, confirmación y obtención de derechos de uso de noticias subidas por particulares a internet. Usan todo tipo de aplicaciones (como Google Maps) para comprobar que el vídeo o la fotografía en cuestión no son falsos y que realmente se han obtenido en el sitio declarado. Por lo general, suelen ofrecer a sus clientes el derecho de uso de estas noticias verificadas por una suscripción que oscila entre los 750$ y los 15.000$ mensuales. Tienen nombres como Storyful o Citizenside. Buscan contenidos de periodistas amateurs, un tipo de periodista menos riguroso y con análisis más superficiales, que tiene mucho más fácil elaborar noticias que los profesionales de siempre. Alguien lo ha bautizado como Networked Reporting.

Nuevas tecnologías, nuevos mundos, nuevos negocios.

Artículo Original en The Economist
Video Asesino Lee Rigby en YouTube
Storyful.com
Citizenside.com
CNN iReport
GuardianWitness