viernes, 3 de mayo de 2013

¿Quejarse? Sí, pero con un propósito.

En julio de 2006 Will Bown, consultor y asesor empresarial, lanzó una idea con el fin de facilitar el éxito en el trabajo y en la vida: "Un Mundo Libre de Quejas". La idea se materializa con una pulsera magenta con la misma leyenda, de tal forma que, cada vez que nos quejamos, tenemos que cambiar la pulsera de muñeca. ¿El objetivo? Alcanzar 21 días si quejarnos de nada, algo que nos producirá un bienestar sorprendente. La idea se ha ido popularizando a través de internet y, según su página web, actualmente más de 10 millones de personas, a lo largo de 106 países, llevan esta pulsera.

Alina Tunged, periodista del New York Times, trata este tema en su columna, y se pregunta si es bueno callarnos todas las quejas.

Dice que, como nos pasa a muchos, no soporta a la gente que siempre está quejándose de la misma cosa, pero reconoce que no cree que haya nunca un mundo libre de quejas. Y que, tal vez, no debería de haberlo.

Dice que, psicológicamente, no es muy sano tragarse todas las quejas, pues el hecho de no quejarse no significa que la insatisfacción desaparezca. Además, pequeñas quejas han servido toda la vida para romper el hielo en conversaciones con desconocidos (el tráfico, el tiempo, el retraso del autobús,...) Pero el Sr. Bowen no está de acuerdo ni con esto último. Alega que está demostrado que las quejas modifican la actitud de las personas, y que pueden acabar dañando su salud y/o su carrera. Él simplemente sugiere abrir estas conversaciones con un comentario positivo.

Pero también advierte que eso no significa que debamos resignarnos cuando algo no nos gusta. Lo que propone es que, cuando nos encontramos ante algo que no nos guste, nos dirijamos a la persona responsable de ello y, en tono frío y neutral, comuniquemos nuestra insatisfacción y le hagamos saber que esperamos una reparación. Nada de comportamientos histriónicos, y menos ante otras personas que nada pueden hacer por remediar nada.

Nos quejamos todo el tiempo y lo hacemos rápido, instintivamente, pero lo que no solemos hacer es actuar para resolver nuestras quejas. De hecho, el 95% de los clientes insatisfechos nunca utilizan el servicio de reclamaciones de la empresa; se callan y luego lo airean a los cuatro vientos ante toda aquel que quiera oírlo.

La Sra. Tugend concluye que puede ser bueno quejarse, pero que si la queja no va acompañada de una acción dirigida a mejorar la situación, lo único que conseguiremos será sentirnos más víctimas y  totalmente desprotegidos.

¿O, tal vez, cuando nos quejamos no estamos buscando una solución para un problema? ¿O, tal vez cuando nos quejamos solo pretendemos encontrar escusas para tapar nuestras propias deficiencias?

El señor Bowen no tiene motivos de queja. Ha recopilado todas las reflexiones de su página web y acaba de publicar un libro con el mismo título que está vendiéndose como rosquillas en los USA. Y os garantizo que, antes de que acabe el año, lo tendremos publicado aquí.

Lo dicho: quejarse sí, pero acompañada de una acción y un propósito.

Artículo original en el NYT
http://www.acomplaintfreeworld.org