jueves, 6 de junio de 2013

La Ilusión de la Soberanía Nacional

El nacionalismo ha vuelto. El mundo multinacional e interrelacionado post 1945 se derrumba. Las naciones se repliegan sobre si mismas, apelando cada vez más a su soberanía para actuar en beneficio de sus propios intereses. Pretenden volver al modelo creado tras la Paz de Westfalia en 1648, basado en el principio de no interferencia. Es un error. Un terrible error.

O al menos así nos lo dice Philip Stephens, editor asociado de Financial Times desde 1983, en su columna de opinión publicada hoy.

Según él, tras la caída del comunismo, el mundo pareció vivir una aceleración de las integraciones multinacionales. Una vez constatado el ritmo que la globalización estaba alcanzando, se dio la creencia general de que la mejor manera de afrontar los peligros que aquella traía (flujos de capitales, blanqueo de dinero, tráfico de drogas, terrorismo, calentamiento global, falta de desarrollo, etc.) se daba desde el marco de los potentes organismos multilaterales, dotados de una mayor capacidad para luchar contra dichos peligros. En aquello momentos, nos recuerda, la Unión Europa era citada como el modelo a seguir.

Pero el talante ha cambiado. Las potencias emergentes (China, Rusia, India, Brasil, etc.) no están muy dispuestas a participar en unos organismos basados en reglas establecidas por las antiguas potencias. Solo así podemos entender fenómenos como la resistente negativa de China a ampliar los derechos humanos o la brutal represión de El Asad en Siria. Pretenden volver al status del siglo XIX, donde el poder estaba establecido por los tamaños de la economía y del ejército de un país, así como en las relaciones con sus aliados.

Por otro lado, la crisis económica, como era tan infantilmente previsible, provoca que los pueblos echen la culpa de sus males a los outsiders. ¿Habéis oído alguna vez culpar de la situación de España a los chinos o a la Merkel? Pues eso; siempre los de fuera, nunca nosotros.

Además, los USA cada vez están más hartos de su papel de policía mundial, retirándose dentro de sus privilegiadas fronteras naturales y buscando el status de potencia autosuficiente en base a sus enormes recursos. Solo Europa, contra viento y marea, sigue luchando por amplia la integración: la consolidación fiscal y la mayor integración bancaria son temas actuales de la UE, pero sus pueblos son cada vez más reticentes y contrarios a estos avances, especialmente en los países periféricos, donde, generalizadamente, se culpa a la cúpula europea de los males de sus economías.

El problema es que el talante puede haber cambiado, pero la interdependencia e interrelación entre los países no. Al contrario, cada vez es mucho mayor. El hecho sorprendente es que, hoy mismo, nos encontramos en una situación donde la soberanía nacional es, a la vez, altamente deseada y altamente inútil para resolver los problemas que nos afectan.

Es muy urgente reemplazar al antiguo orden post-1945 por otro más provechoso para todas las partes, especialmente para las potenciales emergentes. ¿Actuarán los líderes mundiales en esta dirección o se dejarán llevar por las instintivas peticiones de sus pueblos?

La Historia no es muy optimista. La primitiva globalización del siglo XIX se desarroló rodeada de sociedades altamente nacionalistas, que basaban su poder en sus economías y en sus ejércitos. ¿Qué como acabó aquello? El año que viene celebramos su primer centenario.

Artículo original en FT

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