domingo, 12 de octubre de 2014

¿Ébola? Lo que nos fulmina es otra cosa

No sé si será vuestro caso, pero yo estoy asistiendo boquiabierto al show que los medios están montando sobre el virus del ébola; mientras ellos se frotan las manos (audiencia=dinero) yo me froto los ojos.

En mi fascinación, la pregunta que me hago es: ¿cómo es posible que un enfermedad que, hasta ahora, ha provocado la muerte de cuatro mil personas atraiga la atención de todo un país? ¿Es que no recordamos cuantos millones han muerto por el SIDA? ¿Tenemos alguna idea de cuántos millones mueren y siguen muriendo de hambre? ¿Cómo es que para estos muertos no hay ni un minuto de televisión? Es absolutamente increíble. ¿En qué nos hemos convertido?


Pues nos hemos convertido en una sociedad de miedosos. Porque detrás de todo esto, detrás de todo el show montado, no hay otra cosa que el miedo, la imparable fuerza que nos hace olvidarnos de todo lo demás: basta con citar una amenaza y aumentarla hasta hacerla gigante e inminente, y todos nos olvidamos de lo que nos rodea. Orwell en estado puro.

No sé si el ébola matará a mucha más gente o a poca más gente; no sé si lo hará en este país o en otros países. Pero lo que sí sé es que, por mucho que mate, jamás llegará a los niveles de mortandad que está alcanzando la verdadera epidemia de hoy en día: el estrés y la depresión.

En junio pasado, un estudio publicado por la doctora Jean M. Twenge, de la Universidad Estatal de San Diego, ha demostrado que, hoy en día, se han multiplicado los síntomas somáticos de depresión en comparación con los detectados 30 años atrás.

El estudio se ha basado en datos de 6,9 mill. de adultos y adolescentes, y demuestra que estos síntomas 1) se han multiplicado, y 2) la mayoría de la gente no asocia estos síntomas a estar depresivo. Los síntomas detectados son:

1) Falta de apetito,
2) Problemas para conciliar el sueño
3) Falta de concentración y de memoria
4) Inquietud y malestar
5) Sentirse abrumado

Todos ellos síntomas desde siempre asociados con la depresión.

No nos cansemos de repetirlo: nuestra sociedad sufre una brutal epidemia de estrés y depresión. Al parecer, digo yo, la gran explosión de los medios de comunicación nos ha traído, además de acceso a más y mejor información, mayor productividad y mejores comunicaciones entre todos, una catarata de miedo e inquietudes que poco a poco a nos está matando, aunque no de hoy para mañana. Porque estas son las consecuencias del estrés y la depresión: debilitan el sistema inmunológico. Hoy solo nos sentimos agobiados y estresados, pero con los años llega la hipertensión, el elevado nivel de triglicéridos, el azúcar en la sangre, el alzheimer, el cáncer, el corazón... ¿Motivos?, nos preguntaremos; de algo se tiene que morir, nos responderemos.

Vivimos atenazados por el miedo; miedo a lo que nos pasará, a qué será de nosotros, de nuestros hijos, de nuestro status, de nuestras pertenencias, de nuestra salud.... y mientras vivimos aterrorizados, el día a día, el estar con los nuestros, el ayudarnos unos a otros, el acceso al conocimiento, el inmenso tesoro de estar vivos y ser conscientes de ellos, todas estas maravillas, pasan totalmente desapercibidas. Es increíble; absolutamente increíble.

Todo esto no tiene un arreglo fácil, pero tiene arreglo. Todo comienza con el sistema educativo, que tendría que ser modificado para darle toda la relevancia a la consciencia que antes comentábamos. Pero eso tiene que hacerlo el poder, y el poder no por está labor, porque ciudadanos conscienes y sin miedo son ciudadanos libres, y ahora está muy cómodo con sus millones de súbditos aterrorizados, incapaces de movilizarse por nada por miedo a perder cosas que más tarde o más temprano acabarán perdiendo, capaces de seguir votándoles una y otra vez a pesar de ver, todos los días y delante de sus propias narices, como sus gobernantes se corrompne, malversan, se dejan sobornar, ayudan a los poderosos, quitan a los necesitados, mienten, se cubren unos a otros, años tras año, década tras década...

¿Qué estúpido gobernante iba a querer cambiar eso?

Pues lo dicho, NO DEJES que el miedo te acompañe.

Enlaces Relacionados:
http://link.springer.com/article/10.1007%2Fs11205-014-0647-1




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